En los arrozales de la aldea de Angonho, en la isla de Uno, es fácil ver las pisadas de vaca de las que habla Constantina, presidenta de Tepeni, uno de los 8 grupos de mujeres que participan en el proyecto que estamos ejecutando en Guinea Bissau. “El vallado es una de las cosas que más necesitamos”, cuenta Bete, presidenta del grupo Atingo Yakanto, otro de los grupos de horticultoras, que cuenta con unas 60 asociadas. Todas concuerdan en que el cerramiento de las huertas es algo esencial, pues están cansadas de que sus esfuerzos no den frutos por culpa de que las vacas, cabras, cerdos y otros animales que viven en libertad entran en los campos y dañan los cultivos.

En las islas de Uno y Bubaque ya han comenzado las tareas de vallado en los terrenos de los cinco grupos: Teppeni, ubicado en la tabanca de Angonho (Uno); Nantowoni, en la tabanca de Angodigo (Uno); Tenam Yakanto, en la tabanca de Cabuno (Uno); y Atingo Yakanto y Nô Djunta Mon en Bubaque.

Después de un largo periplo desde el continente los materiales para el vallado llegaron al puerto de Uno en canoa y fueron transportados por las mujeres hasta los campos con ayuda de otros miembros de la comunidad, parte del equipo de ASAD y del motocarro adquirido en el marco del proyecto “Mejora de la soberanía laimentar en la región norte de las islas Bijagós a través del empoderamiento económico y social de los grupos de mujeres campesinas”.

En Bubaque, los dos perímetros de una hectárea cada una que pertenecen a los grupos de mujeres ya empiezan a parecerse a huertas. Recién pintados de rojo, unos 200 postes han sido colocados para cerrar el terreno de Atingo Yakanto, donde se han construído también cuatro pozos para facilitar las labores de riego. En el terreno de  Nô Djunta Mon, a escasos minutos andando de allí, el cerramiento de metal y alambre está también casi terminado. En total, serán construídos 2.940 metros lineales de vallados definitivos para las 8 huertas de Bubaque, Uno y Formosa; que contribuirán a evitar las talas innecesarias de troncos y ramas de palmera que se utilizan cada año para proteger los campos.

Lechugas, malaguetas, berenjenas, pimientos o canyas son las hortalizas que las mujeres han decidido cultivar. Si todo va bien, a partir de febrero podrán empezar a recolectar para poder consumir y vender. La idea es que al final del proyecto un 60 % de los productos sean comercializados y que las mujeres abran cuentas bancarias a nombre de sus grupos. Según la última encuesta nutricional de Guinea Bissau (SISSAN 2018), el sector de Uno es el que tiene unos mayores índices de vulnerabilidad alimentaria de todo el país, con un 36,7% de familias viviendo en situación de inseguridad alimentaria. El objetivo es mejorar las condiciones de vida y alimentación de la población de las islas de Uno, Formosa y Bubaque a través del empoderamiento social y económico de los grupos de mujeres.

“Estas mujeres van a ser aun mas autónomas y conseguirán tener dinero para todas sus necesidades”, asegura Elizabete, formadora de género y animadora del proyecto. “Con lo que vendan, van a mejorar su economía y les ayudará en su dieta alimentaria. Estarán fuertes fisicamente y tambien fuertes económicamente”, concluye.

La agricultura no intensiva y de subsistencia continúa siendo la base de la economía de Guinea Bissau, y representa cerca del 50% del PIB, el 80% del empleo y el 90% de las exportaciones. En este país en general, y en las islas Bijagós en particular, la horticultura es practicada casi exclusivamente por las mujeres. Desde febrero de 2019 las campesinas de estos 8 grupos están luchando para conseguir tener las infraestructuras necesarias que les permitan continuar con su actividad agrícola una vez finalice el proyecto. “Ahora nosotras sostendremos nuestra salud y nuestra vida”, asegura la presidenta de Atingo Yakanto, Bete, justo antes de que empiece una de las reuniones que periódicamente realizan las asociadas del grupo.