“En todas las técnicas agrícolas que usamos debemos respetar el medioambiente”, explica Joazinho da Costa, uno de los ingenieros agrónomos que está impartiendo las formaciones de agroecología en las que participan las mujeres del proyecto de soberanía alimentaria ejecutado por ASAD en las islas Bijagós. La agroecología consiste en aprovechar todo lo que tenemos a nuestro alrededor para utilizarlo en nuestras plantaciones”, explica Joaozinho mientras da algunas indicaciones a las asociadas de Atingo Yakanto y Nô Djunta Mon, dos de los ocho grupos de mujeres que participan en el proyecto “Mejora de la soberanía alimentaria en la región norte de las islas Bijagós a través del empoderamiento económico y social de los grupos de mujeres campesinas” (OC234/218).
Ahora que están limpios los terrenos de las huertas, de una hectárea cada uno, han comenzado las formaciones en agroecología y técnicas hortícolas sostenibles. Durante las formaciones, que mezclan la teoría con la práctica, las mujeres han comenzado a hacer la división de los canteros. “En las formaciones los ingenieros agrónomos no hacemos las cosas”, apunta Joazinho, que añade: “En un primer momento explicamos cómo se hace cada cosa y después ellas la llevan a cabo, porque si nosotros venimos para hacerlo y luego nos vamos ¿Cómo harán ellas el día de mañana? De otra manera ellas no se apropiarían de estos conocimientos”.
Junto a él, la vicepresidenta de Atingo Yakanto, Florinda, y otras mujeres preparan compost para enriquecer la tierra y poder comenzar a plantar algunas de las semillas de cebolla, berenjenas, tomate o canya que fueron compradas en el marco del proyecto. “Haciendo compost mostramos a las mujeres que la basura que tienen en su casa o la caca de vaca y gallina que tienen en sus casas es muy útil y puede ser usada en sus terrenos”, afirma Joazinho, que lamenta que “actualmente se abusa de abonos químicos que son tóxicos y además degradan el terreno”. Además de semillas, los agrupamientos de Bubaque y Uno también recibieron herramientas como azadas, rastrillos y regaderas para poder trabajar el campo.
Estos terrenos, que fueron cedidos y ahora pertenecen a los grupos de campesinas, comienzan a parecerse a huertas desde que están vallados y cuentan con cuatro pozos cada uno para facilitar las labores de riego. Cargadas con sus regaderas nuevas, varias mujeres van y vienen de uno de los pozos con agua para sus compañeras. Todas confían en que obtendrán beneficios de la próxima cosecha, lo que les permitirá mejorar su salud y su economía. Además, está previsto que abran cuentas bancarias con los ingresos que vayan obteniendo para poder tener un fondo común a largo plazo. “Así podremos pagarnos los estudios o ir al hospital”, cuenta Uta, una de las integrantes más jóvenes de Nô Djunta Mon.
A varios kilómetros de las huertas de Bubaque, en la tabanka -aldea- de Bruce, hay ahora una prensa de aceite de palma. El proyecto ejecutado por ASAD con AFATA, Nantinyan y Tininguena planteaba la compra de dos prensas de óleo de palma para aumentar el rendimiento y reducir el esfuerzo de los y las trabajadores/as. El chabén, fruto del que se obtiene el aceite de palma, es recogido y machacado para obtener este líquido rojizo que acompaña muchas de las comidas guineanas. En una reunión con la comunidad y los grupos de horticultoras se eligió un comité de gestión que ahora se hace cargo de la prensa y controla su rendimiento.